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"¿Que culpa tengo yo, de tener la sangre roja y el corazón a la izquierda?"

Qué Cuquera (Los tiempos del Coño afeitado)


Por... Camilo Beltran

¿Qué tiene de malo encontrar un pelo en la comida? ¡Todo! Si eso sucede en un restaurante, lo más seguro es que le pidan perdón cientos de veces, mejore totalmente la atención, le cambien el plato y le envíen uno nuevo con los ingredientes que desee y hasta le regalen el postre. Fácilmente, al final del día, el encargado de coordinar la entrega de los platos perderá su trabajo.

Sin embargo, qué penalización habría para una mujer que entra en la cama sin depilar su pelo púbico. ¿Cárcel? ¿Fusilamiento? ¿Una tarjeta roja? ¿Un memorando? ¿Regalarle una depilación láser? Encontrarse con la reproducción de Chewbacca -el bicho peludo de la Guerra de las galaxias- cuando todo marcha perfectamente en la cama, puede sacar corriendo a cualquiera. 

Una mujer con el pelo púbico prominente no está enferma o sucia, pero si se rasura totalmente o deja una leve sombra tal vez las cosas se verían mejor. El golf -entre otras cosas- es un deporte exquisito porque el césped permanece bien cortado. Cuando el vello púbico es largo y espeso puede desfigurar, de forma definitiva, los órganos genitales. Es horrible. 

Pero hay otras versiones. El monte de Venus (nombre que se le ha dado a los vellos púbicos de la mujer) es un gusto excéntrico de los poetas románticos, producto de una de las campañas de Greenpeace en contra de la deforestación o parte del menú de Trópico de Cáncer, de Henry Miller: "Un coño afeitado es como una ostra: insípido y horrible". 

Miller no es el único defensor. En la edición 73 de la revista El malpensante, Rodrigo Maya Blandón escribe el artículo Defensores del Monte de Venus y habla de "un grupo de varones" que crearon una organización gubernamental "que hemos denominado Defensores del Monte de Venus, cuyo objetivo es evitar la tala despiadada de esa zona que el rey Salomón en su libro bíblico El cantar de los cantares, capítulo 8, versículo 14, define metafóricamente así: "Corre, amado mío, corre como un venado, sobre los montes llenos de aromas. Tu ombligo es un ánfora donde no faltan vinos aromáticos. Tu vientre, un haz de trigo rodeado de azucenas". 

¡Pero todo eso es mentira! Sobre esa maleza -no monte- no corren ni los dedos, los aromas no son nada agradables y a menos que esté alucinado se puede ver como una lindita plantación de trigo.

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